Hoy este bicho ha vendido su cueva, la guarida donde ha ido albergando su pequeño cosmos en este ancho mundo. Nuestra cueva era pequeña, enjaulada, pero tan preciosa. Para entrar en ella había que bajar un escalón, situarse a ras de las cabezas de los transeúntes que cada día recorrían la calle mejor nombrada de mi barrio.
Era una abarrotada cueva, abarrotada de barrotes verdes en sus ventanas, pero también abarrotada de miradas de niños y abuelos que saludaban a los dos felinos con los que convivo; abarrotada de amigos que siempre estaban de paso por tan accesible lugar a cuatro peldaños de la calle, abarrotada de momentos compartidos, conversaciones interminables, actos de amor y pasión, sueños cumplidos y proyectos por realizar.
Nuestra pequeña cueva que ahora vendemos fue imaginada y deseada con tanto empeño que sorprendentemente creció incluso más bella de lo que inicialmente pudimos proyectar. Recuerdo perfectamente la primera vez que la inspeccioné, a pesar de su apariencia oscura y desangelada, conseguí adivinar en ella un hogar que con el paso del tiempo fue floreciendo y mostrándose tan hermoso como ahora lo veo.
Quizás sea la melancólica tendencia de este bicho la que haga que, ahora que me despido de ella, ahora que estamos a punto de entregarla a otras manos, me sienta como traicionando algo, como perdiendo algo importante. Quizás sea solo eso, pura melancolía, porque seguro que no me pienso desprender del todo de nuestra cueva; haré como el caracol, me llevaré a cuestas los momentos, las conversaciones, los amigos que pasan, la pasión, los sueños, las fotos, la ilusión y los proyectos. Si, voy a hacer eso, pequeña cueva, te vienes con nosotros.
Vamos juntos a un castillo en el aire, haremos hueco en él para los trastos que hemos ido recogiendo juntos, buscaremos un lugar para la vieja tele que no llegamos nunca a encender, para las botellas de gaseosa, la máquina de escribir naranja, el cenicero de cinzano. No te preocupes, que en el castillo al que vamos también dejaremos siempre abierta la puerta a los amigos, seguiremos con la música encendida en todo momento, los gatos asomados a la ventana y las persianas orientadas hacia la ingenuidad.
Era una abarrotada cueva, abarrotada de barrotes verdes en sus ventanas, pero también abarrotada de miradas de niños y abuelos que saludaban a los dos felinos con los que convivo; abarrotada de amigos que siempre estaban de paso por tan accesible lugar a cuatro peldaños de la calle, abarrotada de momentos compartidos, conversaciones interminables, actos de amor y pasión, sueños cumplidos y proyectos por realizar.
Nuestra pequeña cueva que ahora vendemos fue imaginada y deseada con tanto empeño que sorprendentemente creció incluso más bella de lo que inicialmente pudimos proyectar. Recuerdo perfectamente la primera vez que la inspeccioné, a pesar de su apariencia oscura y desangelada, conseguí adivinar en ella un hogar que con el paso del tiempo fue floreciendo y mostrándose tan hermoso como ahora lo veo.
Quizás sea la melancólica tendencia de este bicho la que haga que, ahora que me despido de ella, ahora que estamos a punto de entregarla a otras manos, me sienta como traicionando algo, como perdiendo algo importante. Quizás sea solo eso, pura melancolía, porque seguro que no me pienso desprender del todo de nuestra cueva; haré como el caracol, me llevaré a cuestas los momentos, las conversaciones, los amigos que pasan, la pasión, los sueños, las fotos, la ilusión y los proyectos. Si, voy a hacer eso, pequeña cueva, te vienes con nosotros.
Vamos juntos a un castillo en el aire, haremos hueco en él para los trastos que hemos ido recogiendo juntos, buscaremos un lugar para la vieja tele que no llegamos nunca a encender, para las botellas de gaseosa, la máquina de escribir naranja, el cenicero de cinzano. No te preocupes, que en el castillo al que vamos también dejaremos siempre abierta la puerta a los amigos, seguiremos con la música encendida en todo momento, los gatos asomados a la ventana y las persianas orientadas hacia la ingenuidad.
10 comentarios:
Ole y ole. Nostálgico, sí; bello, mucho; precioso, hasta el colmo.
Como algo parecido a eso que pueden llamar escritor, aquel que escribe cosas que le suceden, no tienes precio; que pena no poder decir lo mismo en tu puesto de orientador.
Fer.
Saludos
PD: No te creas lo que te cuentan, todo puede ser mentira, sobre todo, no lo dudes, lo último que he soltado aquí.
Tu lo que quieres son los huesitos, ¿eh?
Gracias Fer por el comentario, por lo segundo digo.
"Juntos hicisteis la casa, a imagen de vuestro amor..."
Muy sincero. Suerte en vuestra nueva casa, que será hogar desde el primer momento.
hola bicho, di por casualidad con tu blog, felicitaciones
para la nostalgia solo se puede hacer una cosa abrir una caja de mudanza en el corazón y llevártelo todo.
besos
Vuestra casa, qué duda cabe, os hacía vivir con los pies en la tierra. Está bien subir un poquito, flotar, elevarse... Ya sabes.
Me alegro muchísimo. Me pongo a tu disposición si necesitas llevar cosas a tu nuevo hogar, en el que también me he sentido como en el mío propio.
Debe ser que son las personas y no las cosas, Carlos, o sea, vosotros. Salud, enhorabuena y ya lo regamos cualquier día de estos. Ánimo con la mudanza.
Seguramente la vena de poeta romántico y soñador la llevarás contigo donde vayas,tú eres así y ojalá no cambies nunca,hijo mío.
Como dice el calvo de la lotería ¡que la suerte os acompañe!
Me gusta tu forma de despedirte de la casa. Pero piensa que al final al traición de la que hablas ha sido menor, pues la cueva queda en manos de alguién de la familia, y me consta que irás a visitirla muy amenudo. Además como bien dices,los recuerdos al igual que la energía no se destruyen solo se transforman, y a buen seguro tu nueva guarida albergará con cariño a esos nuevos moradores que tan cargados de ilusión vienen.
Besos y feliz estreno
Nocilla
Ay, Carlos, es que uno echa siempre algunas raíces allá donde vive. Que el trasplante sea cuidadoso y seguiréis creciendo y echando más raíces en el castillo.
Un abrazo. Madre mía! qué de marcos tenéis por descolgar! me está entrando una pereza!!
Nosotros aún, después de 7 años no tenemos ni lámpara en el pasillo, ni cortinas. Es una forma de hacernos los duros y no reconocer que pertenecemos ya a Carabanchel, que Barcelona queda muy lejos de nuestra vida cotidiana.
Cuando estas melancólico escribes aun mejor si cabe compañero.
Cuanto tiempo sin leerte y sine scribir.. ahora el bicho perezoso soy yo.. pero a eso le pongo remedio ahora mismo.
Enhorabuena por el nuevo castillo y por saber llevarte lo importante de la cuevita.
Todos los días impares de la semana, cuando me toca oler bien, espero con ansia un relato sobre tu almena. Los otros días, quizá los que son pares, en los que monto en bici, me conformo con que escribas algo.
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