lunes, 24 de noviembre de 2008

Cuando la realidad supera la ficción


Esta foto que hoy comparto con vosotros, fue concebida para contar un cuento. Un cuento sobre un microcosmos laboral, sobre como un grupo de personas heterogéneo entre cita y cita iban desnudando fragmentos de su intimidad a los oídos de pretendidos vecinos que tras las ventanas esperaban ansiosos a que el reparto saliera a tomar el aire y a la vez aireara algunos destellos de sus misteriosas vidas. Se trataba de un cuento a medio camino entre cámara café y una telenovela de segunda. Pero nos divirtió hacer la foto y descubrir el nido desde el cual imaginábamos al petirrojo, como un vecino más, espectador de la función.

Sin embargo, nunca imaginé que esa foto cobraría un sentido más importante cuando definitivamente me enfrentara a compartirla. Nunca imaginé que el destino le reservara un recuerdo de más altura, una epopeya en la que este grupo fuera un héroe de tragedia.

Como en todas las grandes historias hay un estado inicial de las cosas en perfecta armonía, hay un villano o villanos, hay un momento en el que el villano altera el estado de las cosas y pone en jaque la armonía. Como en todas las grandes historias hay víctimas inocentes, intrigas, manipulación, maltrato, indefensión...

Y resulta que en este cuento, real como la vida misma, ese grupo heterogéneo contaba con las dotes de los grandes héroes, no se resigna, defiende la justicia de sus actos. Y es cuando el cuento se convierte en gran historia, cuando surgen actos de valentía, de dignidad y de palabra. Es una historia de grandes personas que se enfrentan a sus miedos y actúan según su conciencia.

Hoy amigos, he dejado mi trabajo, he dejado atrás años de vinculación a una entidad en la que he creído y en la que he puesto mi entusiasmo, pero que ha cambiado de mano. Hoy he puesto punto y final a un mes y medio de destrucción desenfrenada de algo que me parecía eterno. Dos despidos, dos traslados forzosos (despidos encubiertos), mi dimisión y otra más, son las bajas que se cuentan entre ese grupo de personas que no renunciaron nunca a ser consideradas como tales.

Y sin embargo, a pesar de lo pasado, a pesar del daño sufrido, a pesar de la desmantelación de un servicio necesario y perfeccionado hasta el infinito. A pesar de todo ello, me voy con la sensación de haber ganado algo en esta absurda e innecesaria batalla. He aprendido mucho sobre grandes valores que parecen estar reservados para la literatura pero que esta vez, quizás por una vez, la realidad ha superado a la ficción.

8 comentarios:

Berenice dijo...

Yabes que te entiendo, que soy parte muy a pesar de esa historia. Se te echará de menos por aqui compañero.
Por cierto! he cambiado de blog a uno recien estrenado... de vez en cuando el pasada debe quedar precisamente donde su nombre indica.
El nuevo es: http://lashorasvivas.blogspot.com/
Espero que me cure las heridas del día... sin poesía sería imposible seguir aqui.

Un abrazo grande

Fernando Herrero dijo...

El otro día, Carlos, un traseúnte, que mora por el aula de empleo me contó algo que está relacionado con esta historia.
Salió a fumarse un cigarrillo y, sé fijó que del árbol caían gotas de sangre. Pensó en un pajáro, y vió que el líquido provenía del interior de la caista que cuelga del árbol. Al reconocer que el goteo no cesaba, su angustía aumento tanto que entró de nuevo en el lugar en el que se encontraba y cogió una larga escalera que estaba en un rincón. Pidió ayuda, y alguien se encargo de sujetar la esclara por la que él se acercó hasta la casita.
Al principio no vio nada debido a la oscuridad, así que se arriesgo a meter su mano en el interior con la intención de rescatar al animal que podía yacer dentro, con riesgo de sufrir algún percance.
Sacó su mano llena de sangre que sujetaba un corazón. Como el goteo continuaba, volvió a introducir su mano, y así sacó hasta cuatro corazones más.
A pesar de ser grandes, los corazones no tenían visceras, ni esos famosos aurículos o ventrículos en los que se dividen estos órganos. Eran compactos, de un rojo intenso...
Aquel transeunte sorprendido no supo que hacer, y aviso a otros que tranasitaban como él, en busca de una explicación.
Tal fue la agrupación de personas que los corazones ahogados en el tumulto dejaron de latir y de sangrar. A pesar de esta circunstancia, la gente se aproximaba más y más. Hasta que, de repente, sin saber cómo ni porque, de esos corazones compactos brotaron unos apendices en forma de alas. Al principio les costó moverse, pero pronto se elevaron los suficiente como para asustar a los allí congregados y tener vía libre para desaparecer.
Hay quien cuenta que se elevaron tanto que les perdieron de vista en el cielo, pero otros, no se sabe si por su agudeza visual, o por el simple hecho de llevar gafas, vieron cómo los corazones se fueron trasformando en entes corporeos, con sus cabezas, sus piernas, sus brazos, su alma, su dignidad.
Hay traseuntes que cuentan que han visto pulular a esos corazones en otros lugares, mostrando su sapiencia, aplicando sus conocimientos, perdidos en su quehacer diario; tan cercanos como siempre fueron antes de su metamorfosis vital.
Sabes que te echaré de menos.

Carlosgus dijo...

Vaya, un metacuento, el cuento dentro del cuento. Siempre dije yo que esa casita tenía reservada una buena historia.

Donde quiera que esos corazones vayan a recalar con su alma, me imagino que llevarán consigo las alas por si hay que volver. Aunque la casita ya no sea de madera y haya que empezar trenzando un nido de paja.

Víctor dijo...

Vaya, que difícil es que las situaciones que vivimos en nuestras vidas perduren en el tiempo. Desgraciadamente, cuando son buenas, parecen tener una fecha de caducidad corta, como la de los yogures (ojalá fueran como las de las latas de tomate!)
Me alegra saber que no te quedas en el hecho ocurrido, inherte, viendo como todo subía y te emocionaba cada día y luego como se ha desinflado tan rápido. Al final lo que queda es como has actuado ante esta situación, como te has movido y cómo has jugado tus bazas. Siempre la suma es mejor que la resta. Así lo veo yo también.

Un abrazo Carlos.

Luis Quiñones Cervantes dijo...

Carlos, no sabes cómo te honra lo que has hecho. Lo que conozco de oídas porque tú me lo has contado. Todos sabemos vemos alrededor muchas cosas,pero solo algunos como tú saben actuar en consecuencia. Pero tristezas más hondas nos pueden atenazar. Solo lo verdaderamente importante queda. Lo demás, lo que agoniza inoportunamente, pasa dejando, claro está, su rastro de malhumorada corrupción y sus miserias. Una abrazo!!!

Anónimo dijo...

Pues nada caballero, ha de levantar la lanza y emprender nuevo camino en este Madrid.

¿Madrid?, no ¡madrid! ... con letra minúscula, ciudad donde fumas la mayoría de tus días, frontera de unión de los anchos territorios castellanos y manchegos por donde deambulas. Ensamblados en el estado español junto con otras comunidades autónomas con su propia autonomía pero solo comunidades al fin y al cabo por donde te pierdes. Enclavado en la vieja gloriosa europa de sacrificios en la que descubres, parte del englobado de este antiquísimo mundo por el que sueñas y donde, ¡si!, respiras o , ¡si!, mas bien dejan respirar a estos bichos ..., y ¡si!, aquí es donde vemos que también bicho se escribe con letra minúscula … pequeña, pues el bicho bichear es lo que quiere y se bichea con esa minúscula en letra que define a esa minusculed que se tiene en este mundo y hace vivir vidas anónimas solo publicitadas por la ciberletra de los internetes. Mundo, en el que se suda sangre por llamarle estado, republica, monarquía parlamentaria, o tantos otros nombres que jamás en la vida se nos ocurrirá poner a nuestros propios hijos sembrados en lecho.

Emprender camino, buf, no me gusta, pero hay que emprenderlo. Tienes que hacedlo, el camino del que se parte cerca esta, pero la nostalgia empieza en el momento que los caminos abandonados no están bajo tus pies y se ansia poder volver a disfrutar de ellos. Lloras por algo que decidiste dejar de pisar, recuerdos que quieren salir de tu maleta de color rojo, donde algún día los guardaste para trasportar esos sentimientos por los nuevos caminos, momentos que vendrán cuando el polvo del camino ciegue la vista, momento en que la visión, algo trivial, se convierte en algo anhelado. Momentos en los desearías poder encender esa vieja televisión y ver tus recuerdos allí, todos controlados y no olvidados pues esto es lo que nos mata.

¡Ay amigo!, tienes que levantar lanza, levantar lanza por obtener el nuevo empleo y sueldo, con el conseguiremos levantar otras tantas cosas como comer y ser comidos, alimentarnos y servir de alimento, ser vividores y ser bebidos, tantas cosas … insignificantes … gratificantes …, tantas cosas que Obama for President ni se enterara, tantas cosas que con las que, si no las tuviéramos nos veríamos sumidos en la pobreza y miseria y finalmente acabaríamos siendo uno de esos muertos vivientes que la sociedad margina y aunque a nosotros no nos guste los bichos somos materia de ella.

Sé el caballero que nos va a hacer olvidarnos que esa lanza que levantas y ese camino que ahora emprendes sirve para separar caminos. Unir es lo que debes predicar, ayudar a descubrir otros caminos que forman una gran red (tal vez no de araña), y en donde la que caminata que se haga, no se lleve en soledad sino con la fortuna de llevar a toda aquella gente que descubriste alguna vez al levantar esa lanza y emprender los caminos de tu vida, vida desde tu gestación en el vientre de tu madre, fruto de la unión con tu padre, hasta … el fin … de todos nosotros, tus bichos compañeros de camino.

Carlosgus dijo...

Gracias amigo anónimo. Por lo que observo, has morado por mi castillo. Aunque tengo mis hipótesis no estoy seguro de saber que bicho eres.

En cualquier caso, un abrazo.

Carlos

Anónimo dijo...

BICHOS que sobreviven y que buscan un lugar honesto en el que habitar, donde ofrecer más de lo que otros pueden y son capaces simplemente de mirar, ya no de observar. Bichos con corazones que laten porque aún confían en su despertar y porque la vida es esto y mucho más. Bichos que probablemente se encontrarán y que en otro lugar van a anidar. Bichos con ganas.