jueves, 31 de mayo de 2007

Anónimos


El bicho de ciudad gusta de trashumar en masa, al calor de otros bichos de la misma especie. Pero, en contra de lo que muchos piensen, no se trata siempre de un comportamiento borregil sino que todo bicho de ciudad que se precie celebra de esta forma su exclusiva identidad anónima.

El bicho de ciudad está orgulloso de ser anónimo, defiende su derecho a ningunearse en cualquier momento. Elegir el camino más transitado, formar parte de un único grito en un campo de fútbol, perder las formas en manifestaciones que ocasiones le son tan ajenas como divertidas, sumergirse en concurridos bares de copas y un largo etcétera de actividades en masa que conforman su modus vivendi.

La vida anónima de los bichos de ciudad tiene la ventaja principal de hacerle más libre, le permite conformarse identidades distintas que ejercen con total normalidad en ambientes muy diversos. El ninguneo de la ciudad protege a Juana la Loca de la hoguera segura, asegura al titiritero del retiro poder volver el lunes al respetable despacho, permite a la dócil oficinista ser ama los sábados y al agresivo ejecutivo sumiso en el mismo juego.

Tiene sus peligros, por supuesto, la vida anónima de estos bichos, entre otros el de sufrir soledad acompañada, que su grito se ahogue en el run run de la muchedumbre. Puede acabar invisible, olvidándose de su identidad única e irrepetible, sufrir de pasividad crónica, y acabar confundiendo lo que otros quieren para él con sus auténticos anhelos. Pero, en cualquier caso, como buen bicho de ciudad, yo siempre defenderé las ventajas de mi anónima vida.

4 comentarios:

Berenice dijo...

Qué falta hace esa libertad embotellada a veces, ese ninguneo compartido que hace que uno se sienta parte de algo y a la vez parte de nada.

Aun asi, y aunque yo , como ratón de campo venido a transeúnte urbano guste de perderme en la muchedumbre... qué bueno es disfrutar de vez en cuando la inmensidad de la no-ciudad, de la tierra y el cielo, de la soledad compartida y de sentirse único y a la vez pequeño observando lo pequeño del mundo desde lo alto de una montaña.

Anónimo dijo...

Dos experiencias que os recomiendo: una la de pasar por la Puerta del Sol junto a un grupo de gente que observa al músico, charlatán o mimo de turno. Te sientes totalmente ignorado, nadie se fija en ti en ese momento, a pesar de estar rodeado de gente. La segunda es salir de la ciudad, a las afueras en la última parada de metro o de autobús a última hora de la tarde, a contemplar la ciudad desde fuera, con la perspectiva del que se sale de todo ese jaleo en el que habita todo el día.
Es cierto, Carlos, relaja ser anónimo en la muchedumbre, dejarse llevar por la marea humana en comportamiento borreguil.
Un saludo

Mario

Víctor Gil Moraleda dijo...

Yo soy bicho de campo, y en la ciudad ando más perdido...
Ahora,eso sí, prefiero la soledad del desierto a la soledad de la ciudad, o eso creo, porque nunca sentí ninguna de las dos.

Anónimo dijo...

Todos los que somos como tú, también bichos urbanos y suburbanos (porque cada día Madrid es más subterráneo y hostil) sentimos la extraña felicidad del anonimato en medio de riadas de gente que van y vienen sin saber adónde van... porque ese es un pelibro también de ser parte del público, dejarte llevar por él, pensando que porque tantos deciden la dirección al final hay un tesoro.
Después, también como tú dices, la soledad a veces atenaza sin quererlo, y muchas veces no es acompañada, si no lo es por otros bichos solitarios que como tú mismo deciden dejar de ser un día, así, en silencio y sin más.

Carlos, recibe los abrazos de siempre, amibicho (cruce léxico poco original e incomprensible de amigo y bicho). Salud.

Luis Q.
www.autobiografiaporescribirluisquinonesc.blogspot.com